Cada uno de nosotros ha sido creado para adorar a Dios y disfrutar de su presencia. Esta es nuestra razón de ser. Estamos hechos para vivir en la presencia de Dios, con todo lo que esto implica: comunión, relación, entrega, paz, gozo, alegría... En el libro del Génesis podemos percibir, a través de sus relatos, que existía una relación entre el hombre y Dios. Había diálogo, había presencia del hombre ante la presencia de Dios. Aunque no lo dice explícitamente, si podemos pensar que había adoración. En el siguiente texto del Génesis observamos que Dios desea encontrarse con el hombre: “Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»” (Gn 3,8-9) Todos los días a la misma hora Adán y Eva tenían una cita con Dios. Ellos lo sabían, pero ese día no acudi
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